César Portela (Pontevedra, 1937) cursó estudios en las Escuelas Superiores de Arquitectura de Madrid y Barcelona, se tituló en arquitectura en la Escuela Superior de Barcelona (1966) y más tarde se trasladó a Madrid, donde logró el doctorado en 1968. Este arquitecto pontevedrés ha sido catedrático de proyectos durante veinte años en la ETSA de Galicia y en 1999 fue galardonado con el Premio Nacional de Arquitectura Española por el edificio de la Estación de Autobuses de Córdoba. Cinco años antes, ya había sido reconocido, también, con el Premio “European Urban and Regional Planning” por la Recuperación y Construcción de los márgenes del Río Arnoia en Allariz.
Este arquitecto gallego también ha sido invitado en diversas Universidades e Instituciones de todo el mundo como Pamplona, Nancy, Caracas, Lisboa o Weimar y ha recibido distinciones y honores de numerosas instituciones nacionales e internacionales. Además, ha dirigido numerosos seminarios y talleres de arquitectura, algunos tan relevantes como el realizado junto a Aldo Rossi en Santiago de Compostela (1974). También estuvo al frente de los Talleres Internacionales de Arquitectura de Nápoles, Sevilla, Barcelona, Belfort, Caracas o la IV Bienal de Arquitectura de Santander y dirigió el seminario sobre Cultura y Naturaleza de la Universidad Menéndez Pelayo, Arquitectura y Paisaje, celebrado en la Isla de San Simón (Pontevedra), así como el Seminario de Arquitectura de la Universidad de Weimar.
"EL FUTURO SERÁ SOSTENIBLE, O NO SERÁ"
P. Ha pasado ya medio siglo desde que aquel joven pontevedrés terminaba en Madrid sus estudios de arquitectura, ¿cómo recuerda sus inicios?
R. Los recuerdo como una mezcla de emoción y miedo. Hace 50 años estudiar Arquitectura suponía o tener muchos cuartos o un gran esfuerzo económico para una familia media, ya que era una carrera que solo se podía hacer entonces en Madrid o Barcelona. También reconozco que supuso un esfuerzo personal el hecho de tener que separarme durante largos períodos de tiempo de los seres queridos: familia, amigos y compañeros que dejaba en Pontevedra. Pero también tenía su lado bueno, ya que descubrías un mundo nuevo de museos, exposiciones, conciertos y compañeros de todas las regiones que te enriquecían culturalmente. Conocí y traté a gente con diversas maneras de ser, diferentes culturas y costumbres y pude hacer amistades, muchas de las cuales se han mantenido hasta hoy, a pesar del tiempo transcurrido.
P. Su padre, ingeniero industrial y arquitecto técnico, acabó dedicándose al dibujo. En su caso, ¿tenía claro que su futuro pasaba por la arquitectura o lo intentó antes en otras profesiones?
R. No tenía muy claro si mi futuro era ser arquitecto, director de cine o marino; pero por si acaso no le salían las cuentas a mis padres, el verano siguiente a la aprobación de la reválida me lo pasé aprendiendo a escribir a máquina por si tenía que acabar presentándome a una oposición.
Lo de marino era debido a que me apasionaban las lecturas y películas sobre el mar. Lo de director de cine era consecuencia de la admiración que me producía, al ver alguna película, cómo el director era capaz de recrear un mundo apasionante, contarlo y hacérnoslo llegar a los demás con imágenes a través de una cinta de celuloide. Durante meses asistí a clases en la Escuela de Cine, compartiéndolas con las de arquitectura, donde también hice amigos y asistí al rodaje de documentales y alguna película. Lo de arquitecto era consecuencia de mi atracción por disfrutar de espacios agradables y mi creencia de que el mundo había que construirlo y no destruirlo y, si lo construíamos bien, sería mejor y más bello.
P. El Museo do Mar y el Auditorio del Mar en Vigo, la casa Domus, la Illa de San Simón, el Faro de Punta Nariga, el Cementerio de Fisterra, la Lonja de Ribeira…Una parte muy importante de su obra está ligada al mar, ¿hasta qué punto ha influido en su arquitectura?
R. El mar siempre fue para mí una necesidad vital. Cuando terminé la carrera en Madrid, un gran arquitecto, Fernando Higueras, me ofreció compartir su estudio y una de las razones que le di para rechazar tan generosa oferta fue que no podría vivir lejos del mar. Y no fue una disculpa, ya que a veces, paseando por el Parque del Retiro, al aproximarme al Estanque, me quedaba absorto contemplando el agua. Poco a poco se iba agrandando esa lámina de agua, se alejaban las orillas y recreaba en sueños la ría de Pontevedra y el mar.
En todos esos proyectos que mencionas, el mar es un referente, una parte importantísima de los mismos, sin el cual no se podrían explicar ni entender. Esa sensación de libertad y de constante movimiento contrasta, complementa y explica la solidez y la identidad de todos y cada uno de estos proyectos.
P. Citábamos antes la Lonja de Ribeira, desarrollada conjuntamente con Díaz y Díaz Arquitectos y en la que también ha colaborado CORTIZO con sus soluciones de cerramiento. ¿Qué destacaría de ese proyecto?
R. Tres cosas: su funcionalidad, su belleza y su integración en el medio en que se ubica. La funcionalidad en cualquier edificación es determinante. Si no cumple satisfactoriamente la función que tiene encomendada, no se justificaría. Si además de útil es bella, es doblemente útil o doblemente bella.
Y además de estos dos factores, los arquitectos debemos de ir más allá, ser más ambiciosos y lograr, como en este caso, que sirva a través del corredor-paseo elevado para que se pueda recorrer por vecinos o forasteros esta parte del Puerto, observar las labores interiores y exteriores de la lonja, relacionadas con el mar, sin entorpecerlas y, también, servir de mirador para contemplar la maravillosa ría de Arousa, sus islas y los barcos que la surcan.
Una parte importante del trabajo de arquitecto es el seguimiento de la obra, lo que se denomina Dirección de Obra. Y en el desarrollo de esta direccióntenemos que hacer constantemente indicaciones y correcciones para lograr que el proyecto llegue a buen puerto, que acabe bien. Y al final, corresponde hacer balance y, en este caso, me gustaría señalar que los arquitectos Díaz & Díaz y yo valoramos muy positivamente la postura de Portos de Galicia con el proyecto, apoyándonos siempre. También la del Jefe de Obra de la empresa constructora ACCIONA, Marcelino Muiños, por su humanidad y competencia profesional, demostrando que ambas son compatibles. Y por último la de CORTIZO que puso todo el esfuerzo y su alta tecnología al servicio de esta obra, colocando unos cerramientos de extraordinaria calidad.
P. Lo cierto es que si repasamos sus obras, no solo el mar, sino también la naturaleza y el entorno se presentan como un elemento más, como un todo indivisible, ¿Cómo influyen esos elementos a la hora de desarrollar un proyecto?
R. De manera decisiva. El esfuerzo por integrar esas obras en el medio ya sea marino, rural o urbano ha sido siempre una obsesión y un factor determinante a la hora de proyectarlos y construirlos.
P. Rossi, Isozaki o Bofill son solo algunos de los arquitectos más destacados con los que ha colaborado. ¿Cómo influyeron en su carrera profesional?
R. Aldo Rossi fue un gran arquitecto y sus teorías acerca de la arquitectura y la ciudad quizás sean la aportación más importante a este campo de conocimiento en la segunda mitad del siglo XX. Isozaki uno de los más importantes arquitectos japoneses y Ricardo Boffil, un gran arquitecto catalán. Todos ellos grandes profesionales y excelentes personas de las cuáles aprendí mucho y disfruté, trabajando juntos en proyectos singulares. Y lo que es más importante; empezamos a tratarnos por motivos profesionales y acabamos siendo grandes amigos.
Además de estos tres, colaboré con innumerables arquitectos en proyectos, cursos, seminarios etc. De todos aprendí mucho, pero no solo de los arquitectos, también de los aparejadores, canteros, carpinteros, albañiles, instaladores…y de los lugares y las gentes donde trabajé.
P. Con la distancia del tiempo, ¿cómo recuerda aquel día en el que recibe la noticia de que había sido galardonado con el Premio Nacional de Arquitectura?
R. Con muchísima alegría, pero no tanta como la que me produjo el saber que los vecinos, que vivían en los alrededores de la Estación, bajaban a ella no a coger un autobús, sino a sentarse en su patio central. Decían que era el lugar más fresco de la ciudad y por eso acudían a ella a encontrarse y charlar, a leer el periódico, a echar una partida de cartas o a tomar una cerveza, protegiéndose del calor que hace en Córdoba en verano, la ciudad con las temperaturas más altas de toda España.
P. Su tipología propositiva abarca desde la creación de nuevos elementos hasta la intervención en los preexistentes. ¿Cuál de las dos vertientes le atrae más?
R. En todos los lugares donde realicé proyectos siempre encontré preexistencias. En unos casos más evidentes que en otros, y en unos más condicionantes que en otros, pero siempre, en cualquier lugar, existen preexistencias, ya sean arquitectónicas, ya paisajísticas, culturales, climáticas, etc., que se deben tener muy en cuenta al acometer un proyecto. Y no deben tomarse nunca como una maldición, sino como una bendición, como una ayuda para acometer un proyecto y realizar una obra. Creo que ser capaz de descubrir todas las posibles preexistencias y tenerlas en cuenta fue siempre una obsesión para mí. Por eso, antes de empezar a dibujar, me suelo pasar horas y horas, un día y otro, recorriendo el lugar y tratando de conocerlo y entenderlo, también de conocer y comprender la idiosincrasia y los deseos de los futuros usuarios, para que el proyecto pueda asentarse en estos dos grandes pilares: el lugar y lasnecesidades y deseos de los futuros usuarios; y así poder dar respuesta satisfactoria, al unísono, a la escala y a los requerimientos humanos y territoriales.
P. La arquitectura sostenible, en boca del todo el mundo hoy en día, ¿es ya una realidad o solo un concepto?
R. La buena arquitectura fue siempre sostenible porque siempre tuvo en cuenta el lugar, el clima y las posibilidades económicas de sus usuarios, buscando el necesario confort y seguridad para sus cuerpos y, a la vez, la también necesaria libertad para sus espíritus. Y ello, hasta el punto de poder afirmar que la arquitectura que no es sostenible no es buena arquitectura. Será llamativa, espectacular, bonita, pero le faltará ese factor social que es el servir de refugio, lo más confortable posible, y ese necesario arraigo en el territorio.
P. Hace más de 30 años, usted ya trabajaba con conceptos como “arquitectura social” y “autoconstrucción” que quedaron patentes en el conjunto de viviendas para gitanos de Campañó (Pontevedra). En la actualidad, parece que resurgen con fuerza estas ideas, incluso fueron objeto del premio Pritzker a través de Alejandro Aravena. ¿Se puede concebir la arquitectura sin un compromiso social?
R. La faceta social, su utilidad, es el principal objetivo de la arquitectura, junto con la buena construcción y la belleza. Siempre debemos buscar que sea útil y además bella. Y sí es así podremos decir que es doblemente útil o doblemente bella. Yo no puedo concebir la arquitectura sin esa faceta, sin ese compromiso social, que es la que la justifica y la diferencia de otras expresiones artísticas y evita que pueda ser un arte ensimismado.
P. Sostenibilidad y compromiso social está muy presentes en la arquitectura actual. Respecto a las futuras generaciones de arquitectos, ¿en qué aspectos cree que deberán incidir más? ¿Cómo ve la arquitectura que viene?
R. Yo creo que cada vez se tiene, o debiera tenerse, más en cuenta la sostenibilidad y el compromiso social, pero a la par se siguen construyendo edificios que son un insulto a la racionalidad que debería regir cualquier acto humano. También se siguen destruyendo los bosques, se contaminan los océanos, se construye sobre los cauces de los ríos o las playas…Del futuro podemos decir que será sostenible o no será. Porque si no es sostenible y cada vez lo esquilmamos más, este planeta se irá al garete. Y si esto ocurre, ¿qué va a ser de la Humanidad? Que en su mayoría, sino toda, también se irá con el planeta Tierra al garete y solo los multimillonarios podrán construirse una mansión en otro planeta. Yo creo que muchos lo están pensando, si no es inexplicable cómo pueden ser tan imbéciles y no ser conscientes de que este modelo de sociedad, la del consumo desaforado, no tiene futuro ni a largo, ni a medio, ni a corto plazo. La Tierra es limitada, sus recursos también, la población aumenta, ¿y entonces, qué? Que todos, hasta los más tontos, deberíamos tener claro que el futuro será diferente y sostenible o no será.