Fernando Menis (Santa Cruz de Tenerife, 1951) es arquitecto, profesor asociado de la Universidad Europea de Canarias y presidente del Laboratorio de Innovación en Arquitectura, Diseño y Turismo Avanzado de Tenerife, ejerce también como jurado, director de talleres o conferenciante invitado en Harvard, Columbia NY, ESA Paris, TU Berlin, Akbild Viena o en Congresos de Arquitectura en Suiza, Australia, Singapur, Sudáfrica, Croacia, Italia, Colombia o la India, entre otros muchos.
Tras estudiar arquitectura en Barcelona, forma equipo con otros dos socios bajo el nombre Artengo-Menis-Pastrana entre 1981-2004, año en el que funda el estudio Menis Arquitectos con oficinas en Tenerife y Valencia. Independiente o en co-autoria, Menis firma proyectos, ya construidos como: Estadio Insular de Atletismo (2007), Magma Arte&Congresos (2005), Piscina en el Rio Spree de Berlin (2004), Presidencia del Gobierno de Canarias (1999) asi como nuevos proyectos en proceso: Auditorio Jordánek en Polonia, Centro de Congresos de Fuerteventura, Casa Aurum en Taiwán, Torre de Viviendas en Taipei, Iglesia en La Laguna.
Ganador en varias ocasiones del Premio Regional de Arquitectura de Canarias, a nivel nacional e internacional es finalista de los Premios FAD y WAF, de la Bienal Española de Arquitectura, y es invitado a participar con constancia en la Bienal de Venecia u otras exposiciones en el MOMA NY (2006), Aedes Berlin (2006), GA Tokyo (2009) y la reciente incorporación (2013) a la colección permanente del MoMa NY con su Iglesia del Santísimo Redentor.
El comisario responsable de la colección de arquitectura del MoMA, Barry Bergdoll, dijo de Fernando Menis que ha sido capaz de construir una arquitectura de extraordinaria fuerza de materiales y expresiones. En CORTIZO ARCH conversamos con el arquitecto canario para conocer con más detalle sus propuestas constructivas.
"Proponemos edificios que pertenecen a la tierra, emergen de ella y se funden con la cultura del lugar"
Barry Bergdoll también dijo de usted que es capaz de convertir lo más elemental en algo sorprendentemente rico. En ese caso uno piensa en las gasolineras de Texaco, uno de sus primeros proyectos, un claro ejemplo de cómo hacer arquitectura relevante a pesar de la escasez de recursos…
Siempre he defendido que la arquitectura de calidad no es necesariamente cara, pero sí muy esforzada. Tiene que estar en la esencia misma del profesional de la arquitectura la capacidad de adaptar sus habilidades al contexto; a su cliente, a lo que este necesita y tiene; a los usuarios para los que se hace el edificio, guardando el equilibrio y sin caer en trampas peligrosas para sí mismo o para los usuarios del futuro edificio. En este caso, me refiero a que durante la crisis se han fomentado prácticas de trabajo a la baja temerosas. Por otro lado, no hay que engañarse: la investigación necesita y gasta recursos. Hay situaciones, cuando se trata de grandes obras con programas muy complejos, en las que poder disponer de cierto margen de presupuesto amplía el horizonte de experimentación; puedes probar cosas nuevas con más tranquilidad, investigar, innovar, prototipar, homologar, certificar... Todo esto se traduce en gasto financiero y de tiempo. Si este gasto no siempre está previsto en las partidas del presupuesto de ejecución, no quiere decir que no haya que hacerlo, solo que ya no es "obra", sino compromiso personal; a veces sacrificio mío, de mi equipo y de mis colaboradores. La calidad siempre cobra, quizás no del cliente, pero sí de los que somos responsables de producirla.
El genius loci, el respeto por el lugar, también se hace muy patente en sus proyectos. ¿Hasta qué punto es determinante en su obra?
Siempre es el punto de partida. No concibo un proyecto sin primero estudiar a fondo su contexto a todos los niveles: la topografía y el paisaje, el clima, la luz en distintos momentos del día y del año, la comunidad local, su historia, sus símbolos y su cultura, entender que es lo que le importa a la gente de ese lugar, que es lo que necesita ahora e imaginar que podría necesitar dentro de un futuro previsible, el cliente, sus inquietudes, la cultura de la construcción en el lugar, los materiales que se usan y fabrican allí, la economía local...Siempre voy al lugar para observarlo y sentirlo, para hablar con la gente, para que así se pueda producir una serie de intuiciones sobre el lugar y el proyecto que vamos a hacer para ese sitio y para la gente que lo habita, sean o no usuarios de nuestro futuro edificio.
La sostenibilidad es un concepto intrínseco a la arquitectura hoy en día, sin embargo, en sus proyectos la encontramos presente desde muy temprano…
La arquitectura o es sostenible o no es arquitectura. Sería otra cosa, una construcción, la producción de un objeto, pero al que le falta lo esencial: la razón de ser y la razón de ser como es. El gasto de recursos de todo tipo que supone cada edificio se tiene que poder justificar en el momento actual y a largo plazo. De mi trayectoria, hay un ejemplo significante en este sentido y que también sirve para ilustrar lo que comentaba sobre esta relación necesaria con el lugar: se trata de la playa de Santa Cruz de la Palma que se acabó de ejecutar en mayo de este mismo año. No la ejecutamos nosotros, la ejecutó Costas, pero nosotros redactamos el proyecto. Hace 18 años, el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma convocó un concurso de ideas para la ordenación del litoral de esa ciudad. Se quería realizar allí un parque marítimo parecido al de la capital de Tenerife, diseñado por César Manrique. Durante el plazo dado para la participación en el concurso, viajamos a la isla, nos reunimos con diferentes personalidades, luego fuimos a la azotea del Cabildo, que era la mejor plataforma para ver todo el entorno, y allí apareció la idea: el sentido común decía que lo mejor era diseñar una playa, no un parque marítimo con piscinas, porque la ciudad necesitaba protegerse contra el mar. Era una idea que iba en contra de lo esperado, pero es que lo esperado no era sostenible. Para comprobar que esta intuición era la correcta, viajamos a Barcelona para hablar con otro canario, José Jiménez, experto en dinámica litoral, jefe del área de Morfología Costera en el Laboratorio de Ingeniería Marítima de la Universidad Politécnica de Cataluña, quien nos confirmó que lo mejor para proteger una ciudad del mar era la creación de una playa que amortiguara la fuerza del océano. A partir de ahí empezó todo, nos pusimos a trabajar y a hablar y dialogar con media isla de La Palma y tratar de entender la esencia del lugar, ganamos el concurso de ideas y realizamos el proyecto.
De forma general, nosotros aplicamos la filosofía del kilómetro 0 en la arquitectura: producirla con los medios y recursos locales o los que se hallen lo más cerca posible. Lo hicimos al principio, cuando empezamos, de forma inuitiva, por sentido común; y lo hemos hecho de forma programática a medida que hemos crecido y nos hemos internacionalizado, teniendo que afrontar compromisos nuevos, trabajando en lugares que no conocíamos igual de bien que los de "casa".
Nos proponemos, por ejemplo, construir con los materiales locales, producidos allí y usando empresas del lugar. Así evitamos transportar desde sitios lejanos, contribuimos por lo tanto a reducir la emisión de CO2 a la vez que reducimos el gasto de construcción, ponemos en valor la tradición constructiva local e incidimos de forma positiva en la economía del lugar. En Toruń (Polonia), donde hemos realizado el CKK Jordanki, hemos utilizado el ladrillo porque es el material que más se usa allí; en Canarias solemos trabajar mucho con la piedra y también con la madera y, si nos vamos a China, el material que usaríamos probablemente sería otro, quizás el bambú.
Arquitectura sostenible que se sirve mucho del reciclaje, ¿no?
El reúso y el reciclaje son constantes en nuestro trabajo; tenemos la preocupación por no malgastar recursos, por prolongar la vida de las cosas y de las ideas, por introducir en el uso los descartes. Por ejemplo, en el Espacio Cultural El Tanque reciclamos toda una infraestructura industrial, un antiguo tanque petrolero de CEPSA, para trasformarla en una infraestructura cultural y en la que las adiciones nuevas reciclan tuberías, chapas y todo lo que pudimos encontrar del desmontaje de los demás tanques contiguos al que pudimos salvar; uno de estos descartes se transformó en la escalera de la Casa MM. En la Presidencia del Gobierno de Canarias, descubrí de casualidad tras la demolición de la casa Hamilton un antiguo patio tradicional de madera de tea, lo volvimos a montar y lo integramos en el diseño, convirtiéndolo en el corazón del proyecto. Por otro lado, en CKK Jordanki para realizar el "picado", una mezcla de hormigón y ladrillo concebida adrede para esta obra, hemos usado ladrillos descartados de una fábrica local; ladrillos para desecho que, de repente, se han vuelto valiosos para nosotros. Además, en el Parque Urbano Cuchillitos de Tristán, hemos reciclado árboles de unas calles de Santa Cruz de Tenerife que estaban siendo remodeladas.
Decía Campo Baeza que la luz es el material más valioso con el que trabajan los arquitectos. Ese juego con la luz se hace evidente en la Iglesia del Santísimo Redentor, uno de sus proyectos más reconocidos y que ya forma parte de la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Nueva York. ¿Cómo fue ese acercamiento a la arquitectura sacra?
La Iglesia del Santísimo Redentor está dedicada a la Resurrección que, a nivel simbólico y visual, está vinculada necesariamente a la Cruz. Grandes volúmenes de hormigón conforman junto con la luz la totalidad del proyecto y recrean la atmósfera mística de este momento fundamental en la historia del cristianismo. Hicimos un edificio austero, ausente de elementos superfluos. Al entrar, al fondo, aparece la cruz sencilla, sin adornos; gracias a la luz que la invade desde fuera, esta cruz se "enciende", se hace presente y se vuelve protagonista de un espacio con carga ancestral. La primera luz del día, a través de la cruz, ilumina la pila bautismal, la primera luz del cristiano. Al mediodía, a través del lucernario, se ilumina el altar, la confirmación y la eucaristía. A las 12:00, la Palabra. Un haz de luz se derrama frente al confesionario sobre el sacramento de la penitencia. La disposición estratégica de los lucernarios logra el mismo efecto sobre la unción, el matrimonio y la orden sacerdotal. Más allá de este simbolismo que hemos creado para el edificio y que responde a la misión definida por el cliente, el Obispado de Tenerife, hemos tenido en cuenta otros factores que han condicionado nuestro diseño y la ejecución del edificio. En primer lugar, había una necesidad urgente de que la comunidad local tuviera un centro social y confesional. Al mismo tiempo, el Obispado de Tenerife no tenía fondos suficientes para todo el edificio; el dinero llegaría progresivamente año tras año. Por lo tanto, la principal preocupación era encontrar una solución de diseño que hubiera permitido construir y entregar el edificio por etapas, para que la comunidad pudiera comenzar a usar partes lo antes posible. Otro factor importante ha sido la gran pendiente y el lecho rocoso, así como el hecho de que la futura Iglesia se iba a encontrar en un barrio social y económicamente deprimido, por lo que el diseño tenía que conseguir una referencia, algo con lo que la gente se pudiera identificar y de lo que pudiera sentirse orgullosa. Hemos diseñado un edificio que se pudo construir y usar por fases, un edificio de módulos que, aunque conectados entre sí, pueden funcionar también de forma casi independientes y son adaptables a usos imprevistos o transitorios.
Desde el exterior, la iglesia se asemeja a un bloque de piedra dividido en cuatro pedazos. Los cuatro volúmenes están apoyados uno contra el otro, inquietos. Las paredes exteriores son contundentes, el hormigón es monumental. Más allá del concepto y las decisiones formales, el hormigón aquí, como en la mayoría de nuestros edificios, ha sido una decisión tomada por la sostenibilidad; su naturaleza isotrópica permite la eficiencia energética, optimizada por la inercia térmica de las gruesas paredes pesadas. Además, el edificio tiene buena acústica gracias a una combinación del hormigón con piedras volcánicas locales (picón), trabajado en superficie después para conseguir rugosidad y textura. El resultado es un acabado áspero expresivo con un grado de absorción acústica superior al hormigón convencional.
La materia, el lugar, la sostenibilidad, la luz… ¿Qué otros elementos son imprescindibles en el ADN de sus proyectos?
Razón y emoción, el binomio que define nuestro método de trabajo y que sustenta cada proyecto en un diálogo mutuo continuo. La pregunta es cómo obtener la razón correcta y la proporción apropiada de emoción, y con qué proceso de trabajo. La ecuación varía según las particularidades de cada proyecto, pero el equilibrio entre la razón y la emoción, y especialmente la confrontación y el paso de uno a otro, hace que cada diseño se empape con ambos convirtiéndose así en un ser vivo, evolucionando a medida que avanza. El edificio no se concibe como un mecanismo, como el resultado de la mera adición de elementos autónomos, sino como un órgano modelado, extraído directamente de la materia amorfa, que se debe aprender a modelar.
La emoción se trabaja tanto en el enfoque físico del objeto como en su tridimensionalidad a través del modelado directo e intuitivo y del acercamiento al paisaje que constituirá su enclave, como en el sentimiento inmaterial que despierta la arquitectura en sus diseñadores, observadores y futuros usuarios. Al mismo tiempo, el diseño debe estar sujeto a la razón. Una atención rigurosa a las condiciones del lugar, del programa, a las peculiaridades técnicas y económicas, nos asegura que el elemento modelado se consolide racionalmente y, por lo tanto, funcione según lo planificado. Contenidos en estos dos pilares básicos, hay muchos otros parámetros que forman parte de la ecuación, que deben revisarse constantemente. En algunos casos, el proyecto requiere que realicemos una revisión conceptual en su fase de materialización, o un vistazo de los principios de ejecución desde su fase de ideación. Por tanto, cada proyecto es una experimentación y una investigación de múltiples capas. Cada nuevo proyecto crea un nuevo horizonte, dejando un rastro visible, materializado por una gran cantidad de dibujos en papel y por modelos de diferentes materiales, que sirven de cuaderno de bitácora para el desarrollo de futuros proyectos.
Proponemos edificios que pertenecen a la tierra, que emergen de ella y se funden en la cultura del lugar. Siempre tratamos de desarrollar una sensibilidad suficiente para enfatizar el paisaje natural y los valores históricos locales al tiempo que respondemos al nuevo desarrollo urbano. Por un lado, abordamos cada nuevo proyecto de una manera intuitiva, utilizando modelos manuales, que nos ayudan a experimentar la sensación de entrar y usar el edificio, que tienen una gran libertad geométrica y pueden renovarse constantemente. Trabajamos con las manos, sintiendo la maqueta como un elemento orgánico que se transforma fácilmente. En esta etapa, el diseño varía significativamente de una maqueta a otra; se ponen a prueba soluciones radicalmente diferentes y las cualidades y desventajas de cada una se cuestionan constantemente, agregando valores a la ecuación e intentando encontrar una solución formalmente atractiva que, al mismo tiempo, pueda responder de la mejor manera al programa requerido. Cuando tenemos un número considerable de maquetas, se extraen las potencialidades de cada uno. Luego las mejores soluciones se someten al poder de la razón, en un proceso de revisión y retorno constantes, trabajando solo las soluciones geométricas, moldeando el volumen para cumplir todas las necesidades del edificio. Una vez alcanzado este punto, el proyecto se vuelve a trabajar desde la perspectiva de la emoción, y así sucesivamente, tantas veces como sea necesario, hasta que todas las variables de la ecuación estén en equilibrio.
Su trayectoria profesional arrancó en los 80, un momento en el que el país vivía una de sus transformaciones más importantes y en el que la arquitectura se puso al servicio de aquel cambio. ¿Cómo recuerda esos inicios?
Maravillosos. Era el principio de la democracia, todo revivía. Se organizaban concursos de ideas muy interesantes. Se respetaba nuestro trabajo y se creía y confiaba en los arquitectos. Existía una gran ilusión colectiva para construir un país y un mundo mejor.
Sin embargo, con la entrada en el siglo XXI dio la sensación de que cierta arquitectura se preocupó más por la exhibición que por la funcionalidad, olvidándose un poco de la gente. ¿Cree que la arquitectura ha conectado de nuevo con la sociedad?
Siempre ha existido arquitectura que conectó socialmente y otra que no, pero no creo que tenga nada que ver con el exhibicionismo, o lo que también se llamó arquitectura del espectáculo. Por ejemplo, el Guggenheim de Bilbao conecto más con la sociedad que con los propios arquitectos o grupos de intelectuales que no supieron ver su capacidad de transformación para la ciudad. La buena arquitectura siempre conecta y, si es buena de verdad, no solo es funcional, sino que también crea belleza.
El boom de la construcción provocó el sobredimensionamiento de muchas ciudades que crecían sin ningún orden olvidándose del espacio público. ¿Las plazas y parques deben volver a presidir las ciudades que vienen?
¡Claro! Los espacios verdes y los espacios públicos son los que generan gran parte de la identidad de una ciudad. Las plazas son el lugar de encuentro, el lugar donde compartimos y el lugar en el que convivimos. Lo que necesitamos son mejores diseños de plazas y parques que piensen de verdad en los seres humanos que los van a transitar.
Lo que parece claro en su caso es que las actuaciones en espacios públicos siempre las ha tenido muy presentes: parques, jardines, playas, incluso una piscina flotante en el río Spree de Berlín. ¡Cuánta singularidad!
Sería imposible concebir la ciudad europea sin espacio público; es su corazón, lo que le mantiene el pulso vivo, lo que le da vida. El espacio público, la plaza, el parque, la playa, el paseo son clave para que una ciudad pueda optar a ser atractiva, humana, sostenible. Incluso los grandes desarrollos privados deberían producir espacio semipúblico o público y generar una relación coherente con el espacio público existente.No podemos dar nunca la espalda al espacio público, a la posibilidad de potenciarlo.
La piscina flotante en el río Spree sigue la tradición de las piscinas públicas en el Spree de finales del siglo XIX y devuelve a Berlín una relación más cercana con el río a través de una piscina flotante dentro de él. Situada en el centro de la ciudad, se configura a partir de una antigua barcaza de carbón, como las que aún surcan cada día el río transportando materiales, reconvertida en piscina, con una “playa” formada por plataformas de madera que permiten el ocio, el relax y el disfrute. Es un proyecto innovador que anima el río Spree, creando un lugar de ocio como mejor manera de optimizar y activar esa parte de la ciudad, situada en el transitado barrio de Treptow, en Kreuzberg. Representa el arquetipo universal del espacio público ideal por su capacidad de imbricar la arquitectura y la ciudad sin establecer ninguna frontera entre ellas.
Otro de nuestros proyectos más reveladores para la importancia del espacio público en la vida de una ciudad y sus habitantes es la Plaza España de Adeje. La plaza cubre una parte antigua de la ciudad, al borde del Barranco del Infierno, uno de los atractivos turísticos de la isla de Tenerife. Antes de nuestra intervención allí, había una pequeña plaza a la sombra de un gran árbol y algunas ruinas de viviendas que bloqueaban por completo las vistas sobre el dramático paisaje circundante con la Iglesia de Santa Úrsula y el Convento Franciscano. La arquitectura actúa aquí como una forma de acercar a las personas al entorno natural, al tiempo que respeta y enmarca los valores existentes. Hicimos un gesto sencillo: quitamos la barrera para revelar las pintorescas montañas anteriormente escondidas, cuidando al mismo tiempo una integración armónica con el patrimonio histórico existente, la Iglesia, el paisaje construido y natural de la aldea. La plaza así creada, dos veces y media más grande que la anterior, combina la función original con la de un lugar de sociabilidad, un lugar para ver y ser visto, como el ágora griego, y como un teatro al aire libre con el paisaje como telón de fondo.
Hablando de espacios públicos. Ya han pasado 10 años desde que ganara el concurso para el Parque Marítimo del Puerto de la Cruz y aún no se han iniciado las obras. Tras una década sin grandes avances, ¿en qué situación se encuentra el proyecto en estos momentos? Si se lleva a cabo, ¿qué se encontrarán los ciudadanos?
Esa es una pregunta de difícil respuesta para mí. Ya no se cree tanto como al principio de la democracia en el poder de la buena arquitectura y se la deja para el final. El proyecto del Puerto es un proyecto donde la arquitectura se ha dejado para el final, por eso va lento. Y tampoco sabemos si acabará bien, pero sigo con la esperanza de que alguien se dé cuenta y diga... Pero, ¿qué estamos haciendo? Aún se está a tiempo de hacerlo mejor, pero es complicado. Hay muchas administraciones implicadas, poca conciencia de la capacidad que tiene el espacio público para transformar un lugar y un tropel de dificultades burocráticas.
El Centro Cultural y de Congresos de Jordanki en Polonia le catapultó al éxito internacional. Pero también se presentó a concursos importantes en Taiwán, Suiza, Costa Rica… Esa presencia en el exterior cada vez más notable, ¿ha sido buscada o es algo circunstancial?
Nos lo hemos propuesto y hemos ido trabajando en este sentido, lo estamos haciendo. Por la crisis que los arquitectos hemos notado mucho en España, la internacionalización se ha vuelto más necesaria, pero antes de la crisis nosotros ya habíamos hecho alguna obra fuera, como la Piscina de Berlín acabada en 2005 y habíamos estado presentes siempre, a través de concursos, publicaciones, exposiciones y conferencias por todo el mundo.
Terminemos hablando de sus proyectos inmediatos. ¿En qué obras están trabajando actualmente?
Ahora estamos centrados en sacar adelante un hotel en Suiza, en los Alpes, en la pequeña localidad de Bürchen. Un lugar precioso y un proyecto que ha nacido tras haber ganado un concurso; un buen concurso de ideas, bien planteado. También estamos ilusionados con un proyecto de plaza y parte del paseo marítimo de la ciudad de Sal Rei, en la Isla Boavista en Cabo Verde. Por último, nos han encargado algo totalmente nuevo para nosotros, es un reto, es un pequeño proyecto, con vocación social y precioso con el que estamos encantados: la iluminación de Navidad en La Oliva, una localidad turística en la isla de Fuerteventura.